Pájaros de PORTUGAL





Desde el día que lo conocí, siempre tuvo una admiración hacia mí. Es como esa gente que tiene la capacidad de ver dentro tuyo lo que vos no podrías ver en toda tu vida. De apreciarte, valorarte, como vos jamás podrías hacerlo. Namasté. Y eso generaba en mí un sentimiento de hermandad que nos atraía mutua e inevitablemente decantando en una gran amistad.

Así es Gusti. Intrépido, pícaro, molesto, inquieto, con un manojo de ideales exquisitos germinando. Solidario, auténtico, sensible y rebelde. Honesto e irónico. Alegre. Contestatario. Pero además había algo q esta vez yo veía en él y el no: Ese viajero aventurero que tenía que ir en búsqueda de su elixir. Algún día iba a tener que ir.

¿Porque esa obsesión obscena que tienen los que viajan de querer llevarse puesto a todo el mundo? Como si el camino del viajero fuera el único que te condujera a la salvación de un mundo muchas veces perverso. Como si te condujera hacia la meca, el edén, el paraíso. Y lo peor es que el viajero es hippie, y cree en libertades. Hipocresías si las hay, no?. Pero permítanme faltarle el respeto a la moral. Algún día iba a tener que ser.





Cuando me tocó a mi armar la mochila, o más que mochila, valijas, el estaba ahí. Apoyando. Alentando. Como si esta vez no fuera convocado entre los 18 pero igual quería apoyar a sus compañeros en un partido trascendental. Subido al paravalanchas y dando fuerzas agitando el brazo. Acompañando de visitante y de local.

Y yo también lo alentaba a él. Vamo´ Gusti. Ponga huevo’ y vaya al frente.
Pero no. No había caso. No había acumulación de revanchas que fuera a lograrlo. Excusas o tal vez miedos. Verdades o pensamientos. Dudas o una simple realidad. Hasta que ese día tocó la puerta. Es el día en que una semilla cae en la tierra. Y ya hay algo que tiene vida. Que no entiende ni de pañuelos verdes ni azules. Nada ni nadie lo puede parar.

Así fue como un día que esperaba, que esperábamos, llegó. O el primero de muchos. Empezaron las preguntas. Los consejos. Los plazos se acortaban, las fechas se acercaban, las excusas se acababan. Y había dos finalistas. ¿Estoy entre Portugal o Dinamarca, vos que me recomendás?

Le di mi opinión. Tenía mi experiencia en Dinamarca, dura pero gratificante, pero no en Portugal. Sin embargo, había escuchado relatos del país ibérico. Sobre todo, de compañeros de trabajo portugueses. Fuí claro. A uno iba la gente a trabajar, en busca de un porvenir mejor. Del otro, la gente se iba, en busca de un porvenir mejor.




No hubo caso. Testarudo, rebelde, absurdo. Tiré hasta donde pude. Pero 
el eligió Portugal. Insistí una vez más: “Vas a llegar fuera de temporada. No se habla tanto inglés. No hay tanto trabajo. No se gana bien.” Pero era una decisión tomada. Y por un momento me miré para adentro y me asusté. ¿Qué hacía poniéndole tantos peros a mis propios ideales?

Una vez, cuando fue mi cumpleaños y estaba lejos, me dejó un mensaje en Facebook que decía, entre otras cosas: “En este viaje que estas emprendiendo nos demostrás como vivir, como disfrutar, nos seguís enseñando aun estando lejos”. Pero esta vez, seguramente sin quererlo, el que me estaba enseñando una cosa era el a mí. O dos, en realidad. La primera es que, si hay algo que está escrito, entonces va a llegar. Maktub. Pero eso sí, hay que esperarlo, darle su tiempo. Alentarlo, claro. Pero sin alterar lo natural.

La segunda, es que pasa cuando el corazón te dice un nombre. El de una persona, el de un lugar, o lo que sea. No intentes gambetearlo. Al fin y al cabo, no vas a poder pasarlo. Así lo entendió mi amigo Gusti. Y esta es la historia de él. La historia de mi amigo. La historia de Gusti. El que vino a Portugal para ser campeón






"Não perca Ítaca de vista
pois chegar lá é seu destino.
Mas não apresse seus passos,
é melhor que a jornada demore muitos anos
e seu barco só ancore na ilha
quando você já tiver enriquecido
com o que conheceu no caminho.

Não espere que Ítaca lhe dê mais riquezas.
Ítaca já lhe deu uma bela viagem,
sem Ítaca, você jamais teria partido.
Ela já lhe deu tudo, e nada mais pode lhe dar.

Se no final, você achar que Ítaca é pobre,
não pense que ela lhe enganou.
Porque você tornou-se um sábio, 
viveu uma vida intensa,
e este é o significado de Ítaca."

(O Zahir, Paulho Coelho)

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